Documentos del Encuentro Internacional de Organizaciones Sindicales con el Vaticano

Durante los días 23 y 24 de noviembre, en el Aula Nueva del Sínodo de la Ciudad del Vaticano, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, convocó el Encuentro Internacional de Organizaciones Sindicales con el lema «De Populorum progressio a Laudato si’. El trabajo y el movimiento de los trabajadores en el centro del desarrollo humano integral, sostenible y solidario. ¿Por qué el mundo del trabajo sigue siendo la clave del desarrollo en el mundo global?».

De los diálogos mantenidos, se consensuó la Declaración final: El trabajo y las organizaciones de trabajadores en el centro de un desarrollo integral y sostenible.

Ha hecho posible identificar la riqueza de la Doctrina Social de la Iglesia, que reafirma la centralidad de la persona humana y el derecho al trabajo decente con el reconocimiento, la promoción y la defensa de los estándares de trabajo universales en el modelo de desarrollo; el patrimonio cultural de los pueblos; la prioridad del trabajo sobre el capital y las finanzas; el destino universal de los bienes y la consecuente hipoteca social que pende sobre ellos; la consideración de las innovaciones científico-tecnológicas como un producto del trabajo colectivo de generaciones; el papel estratégico de las organizaciones sindicales mediante el diálogo social y la negociación colectiva en la construcción de sociedades más justas y económicamente robustas, la cooperación y la solidaridad entre las naciones como el fundamento para un mundo en paz.

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Es esencial avanzar hacia otro paradigma ético que sobrepase el tecnocrático dominante (económico, financiero y tecnológico), que permita un desarrollo basado en los derechos, integral, inclusivo y sostenible, construido sobre la realidad de cada país y región, y sitúe en su centro el trabajo y los sindicatos de los trabajadores, como una piedra angular para una sociedad igual y justa. Esto supone el respeto incondicional por el trabajo decente, estructurando la identidad personal y colectiva en un modelo de desarrollo que combine el crecimiento sostenible y la justicia social.

El papa Francisco se dirigió a los participantes con este Mensaje.

El trabajo, además de ser esencial para el florecimiento de la persona, es también la clave para el desarrollo social. «Trabajar con otros y para otros», y el fruto de este hacer «es ocasión de intercambio, de relaciones, y de encuentro». Cada día, millones de personas cooperan al desarrollo a través de sus actividades manuales o intelectuales, en grandes urbes o en zonas rurales, con tareas sofisticadas o sencillas. Todas son expresión de un amor concreto para la promoción del bien común, de un amor civil.

El trabajo no puede considerarse como una mercancía ni un mero instrumento en la cadena productiva de bienes y servicios, sino que, al ser primordial para el desarrollo, tiene preferencia sobre cualquier otro factor de producción, incluyendo al capital. De allí el imperativo ético de «preservar las fuentes de trabajo», de crear otras nuevas a medida que aumenta la rentabilidad económica, como también se necesita garantizar la dignidad del mismo.

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Los sindicatos y movimientos de trabajadores por vocación deben ser expertos en solidaridad. Pero para aportar al desarrollo solidario, les ruego se cuiden de tres tentaciones. La primera, la del individualismo colectivista, es decir, de proteger sólo los intereses de sus representados, ignorando al resto de los pobres, marginados y excluidos del sistema. Se necesita invertir en una solidaridad que trascienda las murallas de sus asociaciones, que proteja los derechos de los trabajadores, pero sobre todo de aquellos cuyos derechos ni siquiera son reconocidos. Sindicato es una palabra bella que proviene del griego dikein (hacer justicia), y syn (juntos). Por favor, hagan justicia juntos, pero en solidaridad con todos los marginados.

Mi segundo pedido es que se cuiden del cáncer social de la corrupción. Así como, en ocasiones, «la política es responsable de su propio descrédito por la corrupción», lo mismo ocurre con los sindicatos. Es terrible esa corrupción de los que se dicen «sindicalistas», que se ponen de acuerdo con los emprendedores y no se interesan de los trabajadores dejando a miles de compañeros sin trabajo; esto es una lacra, que mina las relaciones y destruye tantas vidas y familias. No dejen que los intereses espurios arruinen su misión, tan necesaria en los tiempos en que vivimos. El mundo y la creación entera aguardan con esperanza a ser liberados de la corrupción (cf. Rm 8,18-22). Sean factores de solidaridad y esperanza para todos. ¡No se dejen corromper!

El tercer pedido es que no se olviden de su rol de educar conciencias en solidaridad, respeto y cuidado. La conciencia de la crisis del trabajo y de la ecología necesita traducirse en nuevos hábitos y políticas públicas. Para generar tales hábitos y leyes, necesitamos que instituciones como las de ustedes cultiven virtudes sociales que faciliten el florecimiento de una nueva solidaridad global, que nos permita escapar del individualismo y del consumismo, y que nos motiven a cuestionar los mitos de un progreso material indefinido y de un mercado sin reglas justas.