Desde 2023, la iniciativa centra sus prioridades en cuatros días claves:
- El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
- El 28 de abril, Día Internacional de la Salud y la Seguridad en el Trabajo.
- El 1 de Mayo, fiesta de san José obrero y Día Internacional de los trabajadores y las trabajadoras.
- El 7 de octubre, la Jornada Mundial por el Trabajo Decente.
En estos días, las entidades promotoras de Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) impulsan dinámicas de sensibilización, visibilización y denuncia, en todo el país, sobre una cuestión central en la sociedad y esencial para la vida de millones de personas: el trabajo humano y anunciar el concepto de trabajo decente «hacia el interior de nuestras organizaciones, hacia la Iglesia en general y hacia la sociedad».
La exigencia de trabajo decente no es ajena en la Iglesia. Por citar algunos ejemplos:
1) La encíclica Rerum novarum del papa León XIII: «a nadie le está permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que Dios mismo dispone con gran reverencia; ni ponerle trabas en la marcha hacia su perfeccionamiento» (n. 30).
2) Caritas in veritate, de Benedicto XVI el trabajo decente es «expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer» (n. 63). En 2012 lanzó un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente».
3) En Laudato si’ el papa Francisco insiste en la importancia de la dignidad del trabajo y del trabajo digno para la realización de la dignidad humana, la lucha contra la pobreza y la configuración de una sociedad que, con el trabajo de las personas, cuide la vida de todos y la casa común, realizando así la vocación humana (n. 128).
4) En Iglesia, servidora de los pobres, instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española, señala «para que el trabajo sirva para realizar a la persona, además de satisfacer sus necesidades básicas, ha de ser un trabajo digno y estable. La apuesta por esta clase de trabajo es el empeño social por que todos puedan poner sus capacidades al servicio de los demás. Un empleo digno nos permite desarrollar los propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos aporta autoestima y reconocimiento social. La política económica debe estar al servicio del trabajo digno. Es imprescindible la colaboración de todos, especialmente de empresarios, sindicatos y políticos, para generar ese empleo digno y estable, y contribuir con él al desarrollo de las personas y de la sociedad. Es una destacada forma de caridad y justicia social. Defender el trabajo decente significa poner en el centro a la persona en vez de la rentabilidad económica; ir más allá del empleo y distribuirlo justamente; reconocer los trabajos de cuidado necesarios para la vida; luchar por condiciones dignas y el cumplimiento de los derechos; conciliar trabajo y descanso; y desvincular derechos y empleo. Es una misión irrenunciable ante el aumento de las desigualdades y de la pobreza laboral. Y es esencial para una sociedad más decente» (3.6).