Pilar de la Rosa y de Pili Gallego, de Justicia y Paz y la HOAC, respectivamente, en representación de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente. Artículo publicado en el semanario Alfa y Omega.
No es suficiente que la mujer trabaje ni que tenga un sueldo digno, que en muchos casos no lo tiene, sino que sus condiciones laborales no perjudiquen su salud. Estudios recientes sobre siniestralidad y salud laboral con una perspectiva de género concluyen que la siniestralidad es mucho mayor para los hombres que para las mujeres.
Esta diferencia se debe a que la mayor siniestralidad sucede en trabajos como la construcción, la minería, el movimiento de tierra, etc. que se han venido realizando mayoritariamente por varones. Sin embargo, la siniestralidad o las bajas laborales por enfermedad no son los únicos aspectos que deben de ser tenido en cuenta a la hora de analizar la salud laboral desde una perspectiva de género. Existe cierta relación entre la feminización y los riesgos laborales y, en este sentido, se está percibiendo que las mujeres tienen más probabilidades de padecer problemas de salud relacionados con el trabajo que los hombres. No obstante, estos riesgos son a menudo ignorados.
Según algunos estudios, las mujeres tienen más probabilidad de padecer problemas de salud relacionados con un trabajo repetitivo durante mucho tiempo, puesto que ocasiona trastornos musculoesqueléticos en especial en las extremidades superiores, pues trabajos como cuidadoras o camareras de piso exigen posturas forzadas o manipulación de cargas. De hecho, el 66 % de las camareras de piso tienen molestias en la zona dorsal-lumbar y más del 50 % en hombros, brazos y cuello, de acuerdo a algunos datos del Instituto Valenciano de Seguridad y Salud en el Trabajo (INVASSAT).
A estos problemas hay que añadir que la mujer, mucho más que el hombre, amplía su jornada laboral con las tareas domésticas que en muchos casos son redundantes con las que realiza en su trabajo, agravando su situación.
Es evidente que en los trabajos feminizados la salud de la mujer se resiente a largo plazo. Quizá sea por este motivo que esta cuestión no se ha analizado aún con la suficiente profundidad, por lo que resulta preciso avanzar en el estudio de la problemática que determinados trabajos pueden ocasionar a medio largo plazo en la salud de las mujeres y adoptar las medidas preventivas necesarias tanto por las administraciones como por las empresas, así como definir buenas prácticas en los trabajos que tienen que pasar, entre otras cuestiones, por evitar la sobreexplotación laboral de los trabajos feminizados.
Para que esto se lleve a cabo, es necesario cambiar el criterio que rige la concepción del trabajo, de las relaciones de producción y de los objetivos de la empresa. Regular el trabajo bajo criterios distintos, como podrían ser la organización, la distribución del horario, la conciliación familiar y laboral, la repartición del trabajo.
Ante todo esto, tenemos que situarnos en otra lógica, hemos de afrontar la realidad del mundo obrero y del trabajo desde la fraternidad, de la dignidad de la persona y el bien común. Situarnos en la lógica de la defensa de la dignidad del trabajo y de un trabajo con condiciones dignas y saludables para las personas que lo realizan.
Situarnos en esa otra lógica nos pide dar mucha más importancia socialmente a lo que está ocurriendo en el mundo obrero y del trabajo, así como a lo que significa el trabajo para las personas y para la sociedad.