El trabajo decente, un derecho irrenunciable

Milagros Villamarín Casal, responsable de Compromiso y Relaciones Internacionales de la HOAC. (Artículo publicado en la revista Cáritas, nº 564, pdf)

En los contactos previos a la presentación pública, además de la necesidad de sumar esfuerzos en comunión de acción, nos dimos cuenta y pudimos constatar la gran afinidad para ponernos de acuerdo y compartir esta prioridad: comprometernos por el trabajo decente. En mayo de 2015 se produjo el punto de inflexión en nuestros particulares caminos y en nuestra labor pastoral al incorporar en las dinámicas habituales, las que ahora dialogamos y concretamos de manera conjunta. Así nacía «Iglesia por el trabajo decente» (en redes sociales: #IglesiaporelTrabajoDecente) un espacio de coordinación del grupo de entidades de la Iglesia integrado por Cáritas Española, la Confederación de Religiosos (CONFER), la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Justicia y Paz, la Juventud Estudiante Católica (JEC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC) que decidieron sumar estrategias y sinergias para desarrollar una dinámica de sensibilización, visibilización y denuncia sobre una cuestión central en la sociedad y esencial para la vida de millones de personas: el trabajo humano, el trabajo decente.

Con aquella presentación no solo anunciábamos ante la opinión pública este compromiso sino que quisimos vincularlo a organismos internacionales respondiendo así a razones de solidaridad y de justicia global. En el acto, ante los medios de comunicación social, participaron el Director de la OIT en España, Joaquín Nieto; la copresidenta del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, Charo Castelló; junto a representantes de las entidades promotoras. Una presencia que también tiene su origen en similares dinámicas de ámbito internacional vinculadas a los compromisos de desarrollo del milenio (OMD) y a la agenda 2030. Contamos además con el apoyo de más de 70 organizaciones sociales. Nos hemos sentimos «bien acompañados», en esta génesis con vocación de apertura para incorporar más voluntades a la tarea que nos une.

Pasamos a la acción

La primera medida que pusimos en marcha para mostrar el «rostro misericordioso» de la Iglesia visibilizando la problemática que sufre decenas de personas trabajadoras, se produjo en la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, una fecha a tener en cuenta en lo sucesivo: el 7 de octubre. Unidos al movimiento sindical mundial, a la OIT y al movimiento mundial de trabajadores cristianos, convocamos actos, eucaristías y vigilias de oración en las diócesis del país. Una primera experiencia, con más de medio centenar de eventos, convertida en una «fiesta» consciente que ha mostrado nuestra denuncia y preocupación por el retroceso que están sufriendo los derechos laborales y sociales de los trabajadores y las trabajadoras. En nuestras agendas queda marcada esta fecha para dar continuidad a más acciones compartidas.

La exigencia de trabajo decente no es ajena para la Iglesia, ya que tiene una larga historia de compromiso con el trabajo humano. Se cumplen ahora 125 años de la encíclica Rerum novarum, «sobre la situación de los obreros». El papa León XIII hacía un planteamiento fundamental al respecto: «A nadie le está permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que Dios mismo dispone con gran reverencia; ni ponerle trabas en la marcha hacia su perfeccionamiento» (RN 30). Más recientemente, en la encíclica Caritas in veritate, Benedicto XVI escribe sobre el significado de la palabra decente en el ámbito del trabajo: que «sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer; un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a (…) hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación» (n. 63).  Son dos ejemplos de los muchos que tiene el magisterio de la Iglesia y de lo que recoge su Doctrina Social.

La tarea continúa para «Iglesia por el trabajo decente» con la puesta en marcha de un proceso de sensibilización y de formación dirigido a militantes y voluntarios de nuestras entidades; en las parroquias de todo el país; a los movimientos y grupos cristianos; para los centros de enseñanza… con la elaboración de materiales didácticos que señalan la importancia de que la Iglesia refuerce su voz en la exigencia de trabajo decente. Esencial para la realización de las personas y de las familias, además de un «lugar común» donde coincidimos con organizaciones de la sociedad civil. Y si es esencial para la realización personal y familiar, lo es también para desarrollar nuestra humanidad en torno al proyecto de vida que nos ofrece Jesús de Nazaret.